viernes, 11 de julio de 2014

Dos meses de "corrección" por una novela.

Leo en el diario El Mundo de hoy 10 de julio la noticia que explica que un teniente de las Fuerzas Armadas ha sido sancionado a dos meses de internamiento en un centro militar disciplinario al haber publicado una novela que narra corruptelas militares. Se ve que él mismo había denunciado inútilmente los mismos hechos que narra.

La disciplina militar es así. Existen los "conductos reglamentarios", que a veces son tan reglamentarios que no permiten denunciar estas acciones, o existen leyes "no escritas" con las que uno tiene que contar antes de hacer algo.

El militar en cuestión se llama Luis Gonzalo Segura, y ha sido muy valiente denunciando los hechos en un primer momento (porque él es una persona que cree en el ejército). Y al ver que todo quedaba en papel mojado, quiso publicarlo en forma de novela, cosa que encuentro muy congruente para poder dejar las cosas claras, aunque sea de manera ficcionada.

Soy antimilitarista convencido. No creo en el ejército, pero puedo perfectamente respetar y defender la posición de este teniente. Como en cualquier estamento, existen corruptelas, y el Ejército no es ninguna excepción. Y sí, yo hice el servicio militar, por si algún militar ya estaba pensando que no conozco de la misa la mitad de lo que se cuece en los cuarteles. Estuve un año y medio en el Ejército, y lo que ví no me convenció de que el estamento fuese tan perfecto como parece exteriormente.

Mi paso por el "glorioso Ejército" me permitió darme cuenta de muchas cosas, y una de ellas -la esencial y clave- es que el poder que se ejerce de manera indirecta. Las mismas Fuerzas Armadas manifiestan de manera pública que "el acoso laboral en el Ejército es una herramienta de mando". En mi experiencia como soldado y cabo más adelante, pude ver como ese poder "acosador" se ejercía desde los "veteranos"(soldados que levaban meses de mili) sobre los "bultos" (soldados recién llegados). Y todo ello con el beneplácito de la "vista gorda" por parte de los mandos.

He visto al comenzar mi andadura en el servicio militar cómo en el mismo tren de traslado, al bajar en una estación a hacer nuestras necesidades, se nos llamaba de Hijo de Puta para arriba. Se nos tildaba de inútiles a cada momento, supongo que para poder marcar su poder y de paso anular la voluntad propia. Era el objetivo, evidentemente, pero si tenías un poquito de cerebro te ibas dando cuenta de las cosas.

Llegados luego al destino, después de jurar Bandera, mientras te presentabas a los mandos "oficiales", se oía desde las ventanas del dormitorio como gritaban los veteranos: "Carne fresca" y "Bultos, ¡os vamos a matar!", entre otras perlas literarias. Y todo eso, perfectamente oído por los mandos. Los cachorros de la guerra esperando a su carnaza, nosotros.

La llegada al dormitorio, como no podía ser de otra manera, fue acompañada de insultos y la compra de las "perchas" de nuestra taquilla. Nos vendían las perchas de nuestros armarios, y había que pagarlas. Para dar ejemplo, unos cuantos veteranos apalearon a uno de nosotros, que se negaba a pagar. Evidentemente, pagamos.

No voy a explicar más cosas de manera explícita, pero puedo decir que hubo palizas, coacciones y vejaciones de todo tipo. Y quien se iba de la lengua pagaba, como ha sido el caso del teniente Luis Gonzalo Segura.

Puedes mirar hacia otro lado o denunciar. En nuestro caso, quien denunciaba era repudiado y machacado. Recuerdo a uno de los veteranos, al que se le ocurrió denunciar lo que hacían con nosotros. Mi sorpresa fue que incluso los "bultos", los novatos le dieron la espalda. Yo no. Y hoy, después de casi 30 años lo reconozco como un buenísimo amigo, leal y noble.

Y aquí es donde se me aparece también el teniente Luis Gonzalo Segura. Y de repente creo en él, creo en que lo que dice podría ayudar a este estamento a regenerarse por dentro, a tener gente más leal y noble. Pero esta noticia me está demostrando que el Ejército sigue haciendo patente, como dice el teniente, que "hay descerebrados entre nosotros". Y no sólo los que hacían y hacen estas acciones, sino los que las permiten. Eso no quita que haya conocido mandos ejemplares y buenísimas personas dentro de él.

Esta novela podría ser una buena guía para poder saber los errores que hay dentro del Ejército, y subsanarlos. Pero creo que ya es demasiado tarde. Quizás Democracia y Ejército son antónimos.